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Little lion man

Bastarda interpretación de "Little lion man" (Mumford & Sons) en clave de humor.

http://www.youtube.com/watch?v=mwaxLvmqlGk

Grandes momentos en esos locales poligoneros...

Radio Choped Atmosphere

He aquí un documento de lo que sucede cuando pasas bastante tiempo en una habitación como la que yo habité durante 9 meses en Praga.

http://www.youtube.com/watch?v=LPN3aEvHnnk

Llegas a entender a Kafka...

Tensión superficial (Tercera y última entrega)


La salida de Máncora fue un ejemplo más de lo curioso que es el destino. Después de pasarnos medio día buscando billetes para Guayaquil (Ecuador) con pésimos resultados, tomando un café en un vegetariano de la panamericana, recuerdo por una mirada que echo de reojo, que habíamos hablado con una señora en otra agencia allí cerquita. 

Cuando ya tenía medio rellenos los billetes para Guayaquil, Rubén me para. Mirando en un mapa ve que allí no hay símbolo de playa. Preguntamos a la mujer de la agencia y nos dice que la playa está a 3 horas de Guayaquil. Esto supone que las 8 horas de viaje, más coge un bus a la playa, más 3 horas a la playa, se nos va un poco de las manos teniendo en cuenta que se repetirá a la vuelta y tenemos sólo 2 días más de playa. 

Finalmente nos fuimos en una combi hasta Tumbes, hay que seguir hacia el norte. Ahora queremos ir a Machala, que está a un par de horas de la frontera con Perú y donde hay una islita de manglares con playas. Esta combi parecía como los coches esos de los raperos yanquis que bailan con la suspensión. Vaya rotura de recto, mae mía, y con los mochilones en las rodillas 2 horas.

 

Nada más llegar a Tumbes nos dicen que sale ya un autobús para Huaquillas, pueblo que tiene parte en Perú y parte en Ecuador. Lo cogimos por segundos, de hecho era el último que había hecho el trayecto inverso, y ahora volvía a cocheras. Nos paró un segundo en la frontera de Perú para sellar la salida en inmigración y nos recogió de nuevo para llevarnos a la terminal. Ahí estaba ya el bus que salía para Machala, también el último, pero este bus no para en inmigración de Ecuador, y si no lo haces entras de ilegal y a ver como sales ahora machote…
Total, taxi volando a inmigración y le decimos al conductor del bus que por favor nos recoja allí cuando pase, porque no te espera a hacer trámites, pero si estás allí sí te recoge. Lo conseguimos. Siguiendo con la terminología escatológica, parece que nuestra flor en el culo ya es casi un enorme fruto. 

Marta y Rubén se sientan juntos y yo sólo, como hemos hecho en todos los viajes hasta el momento, para compensar mi habilidad para dormir en condiciones extremas. Pero en este viaje mi compañero me dió palique hasta el final. Resulta que Giovanni es peluquero en Machala, el más famoso por lo visto. Es peruano aunque ha tenido que negar su nacionalidad en diversas ocasiones debido al racismo que en Ecuador hay hacia los peruanos, y más si son homosexuales y con cierta pluma. Me contó toda su vida, su dura infancia, la pérdida de sus padres de joven, el atentado terrorista que reventó toda su fachada en Lima, sus triunfos y fracasos en el amor… muy buena gente. Todo esto lo aliñaba con alarmas sobre peligros, para variar. Al bajar en Machala nos ofreció a los tres ir a dormir a su casa y aceptamos.

Dejamos las cosas y fuimos a cenar una pizza enfrente de su casa. Ahí siguió contándonos sobre su vida y lo que ha luchado para llegar a tener el trabajo que ahora tiene, mientras rezabamos para que no llegara la segunda pizza de 2 metros cuadrados. Nos señala una cicatriz en el cuello, y nos dice que la semana pasada intentaron matarle con una botella rota en la puerta de una discoteca. Nos sigue metiendo miedo con la maldita ciudad y cada vez que pasa alguien, él vigila atentamente. Mi cloaca: bien arrejuntaita. Creo que fue una de las pizzas más ricas y menos disfrutadas de la historia. Insistió en que diesemos una vuelta en taxi por la ciudad, que es como el pasea, lo contrata por horas y ya tiene su taxista de confianza. La vuelta en taxi no me relaja en exceso la verdad, para una vez que nos bajamos del taxi en un mini parque híper iluminado se acerca un tío de seguridad ciudadana y nos dice: ¿qué hacéis aquí? Esto es peligroso… Joder con Machala.

En estas circunstancias te preguntas quién coño a escrito la Lonely Planet. Vale, sabemos que no todos es cierto, de hecho tampoco nos guiábamos demasiado con ella, pero para saber si una ciudad es peligrosa, hay volcanes activos o ha desaparecido bajo el mar, debería servir.
Si no se hubieran dado toda la serie de coincidencias que hicieron que cogiéramos todos esos transportes en último momento y que yo me sentara en el último autobús con Giovanni ¿Qué hubiese sido de nosotros?
Tranquila mama, teníamos fichados varios hospedajes, tenía que dramatizarlo un poquito...

Momento curioso en casa de Giovanni. Tiene sofás. Cuando entramos a la casa los tres nos sentamos casi cayéndonos y mirándonos nos decimos:¿hace cuanto que no probabas un sofá? Cómo se agradece…

A la mañana siguiente el mencionado peluquero nos acompaña en taxi hasta el puerto donde cogemos la barcaza que nos llevaría hasta la isla de Jambelí. El trayecto no es más de 40 minutos, pero lo disfruto bastante al ser un paseo entre manglares, y además en dirección opuesta a Machala. 


Al llegar hacemos un reconocimiento del lugar, y resulta bastante sencillo. Un puñado de casas en la parte donde hay playa (único lugar transitable a pie de la isla), y nos decidimos por un hostal “ecológico”. Ya nos reíamos antes de entrar con todo el tema este de llamarle ecológico a todo para venderlo, pero más cuando veíamos como la tubería de desagüe iba a parar al manglar sin ningún tipo de disimulo. La verdad es que las casitas eran muy chulas. 


No habíamos hecho más que cambiarnos para ir a la playita cuando alguien desde una casa del caminito nos advierte: ¿sabéis quién es el loco de la isla? La respuesta sobra. Se trataba de “el Pantera” y su inseparable compañero “el Chino”. Menudos personajes, muy buena gente, de buen corazón, pero unos personajes…Aquí estamos una noche con ellos y un costra que después os menciono.


Resulta que llevaban ya 2 días en la isla, donde el Pantera tenía esa casita familiar, a base de cerveza y camarones, en ingentes cantidades ambos. Y así seguirían hasta que nos despidiéramos de ellos dos días después. Todas las mañanas llenaban un señor frigorífico de cervezas hasta arriba, y compraban muchiiiisimos camarones. Pero allí no se derrochaba nada, de las cervezas ya se encargaban ellos y la banda de costras desdentaos que rondaban al bueno del Pantera. Y de los camarones que sobraban, se encargaba la mano izquierda del Pantera. La derecha era el Chino, y la izquierda un Pit Bull que lucía un vistoso collar de perlas verdes, de plástico por supuesto.
Todo esto se debía a que el 31 el Pantera se casaba, o eso decía. Lo curioso es que tenía un poster enorme en la cabaña de una de sus futuras hijastras, y se la mostraba a todo el mundo para que exaltáramos con él lo buena que estaba, y para que decepcionarle si yo tampoco acostumbro a mentir.
Como allí la pareja hacían todo a lo grande, una tarde se sacaron los macro altavoces y el portátil a la playa, y como no había nadie, estuvimos poniendo musiquita al gusto. Como auténticos reyes.


Una mañana nos dimos un paseo por los manglares en lancha, y fue una experiencia interesante cuanto menos. Nada más arrancar ya estabamos viendo media docenas de iguanas en un mangle (árboles de los manglares)


Había una increíble cantidad de aves, y bonitos ejemplares. Me acordé bastante de mi prima Mariu.


Cuando te bañas en la playa, los pelicanos se lanzan empicados a pocos metros en busca de su pescaito de merienda



Y esta foto me recuerda la escena de "El libro de la Selva", pelicula que mi hermano Manuel me hizo ver tres veces al día durante un par de años, en la que los cuervos se preguntan: ¿Y qué hacemos ahora oxigenao?


Ya es hora volver, nos quedamos sin gasolina. Así funcionan aquí las cosas.


Y así pasaron los días en Jambelí, disfrutando de unos geniales días de naturaleza y playa, sin llegar a emborracharnos en exceso, pero con un tintineo cervecil constante.


Ahora tocaba el retorno a Lima, para después ir a pasar la noche vieja a Tingo María con Mar y Franco. Este viaje fue mucho más sencillo y tranquilo. Madrugón y prontito en la mañana ya estabamos cruzando de vuelta a Perú.


Y en Tumbes, un bus con mega asientos-cama de 20 horas y ya está.


En Lima, unas compras al mercado central para la cena de Noche Vieja...


Y un  paseito por el centro en busca de una supuesta casa del fumador que luego resulto no existir (sólo queda la de Miraflores).


Como decía, en Tingo pasamos la noche vieja. En esta segunda semana allí nos alojamos en casa de Mar y Franco. Para la señalada cena hicimos bastantes entrantes y de plato fuerte un chancho (cerdo) al horno. Mu rico mami. 


Después fuimos a una fiesta-verbena en una terraza con banda. Son graciosos los bailes en Perú, porque cuando acaba una canción, la gente corre a sentarse, y sólo cuando a la siguiente alguien le ofrece bailar, se anima. Nadie baila sólo. Y ahí estábamos Rubén, Marta, 3 francesas y yo (puro gringos), solos en mitad de la pista, cual gacela herida rodeada por las hienas.
Esta sensación merece una especial mención. ¿Sabes lo que es ir por una ciudad y que absolutamente todo el mundo te mire? ¿Que te gires hacia atrás y todo el mundo te siga mirando? ¿Ver a los niños pequeños señalarte y escuchar a sus padres: si hijo, es un gringo? Digamos que poco cómodo en ocasiones.

Aunque sea anacrónico, aprovecho para mostraros algunas de esas miradas.





Aquí le estaría diciendo el uno al otro: ¿Sabes quién ha venido? ¡¡Gringo estar!! Y al abuelito le falla la vejiga y se acuerda de los anuncios de Concha Velasco...


Pero lo más duro es cuando incluso los animales se suman a la causa!!



Regresando a Tingo, en año nuevo un bañito en la piscina-pilón de enfrente de casa y poco más. Descanso y meditación. A generar propósitos a incumplir.


Al día siguiente fuimos a ver la cueva de las lechuzas. Una impresionante cueva en un entorno full selva.


Un tipo con el que estuvimos charlando largo y tendido unos días antes en un garito cercano a los baños de la cueva de las pavas, nos dijo que él propuso montar una discoteca allí. No al principio, si no en el segundo nivel, nos decía. Menuda ideaca: una cueva llena de pájaros y murciélagos, con una capa enorme de guano en el suelo, donde a los 10 metros no se ve una mierda, o más bien sólo mierda, y donde Wali perdió la boina en mitad de la selva, para montar una disco donde la gente vaya bien arregladita a bailar. Todo un visionario.

Perdonarme la calidad de esta foto, pero os tengo que presentar a las que bautizamos como hormigas contador. ¿Por qué? Porque si te pican 3 veces dicen que te mueres. Os puedo asegurar que miden como medio dedo.


Y a deleitarnos por los ojitos de acá para allá.




Y a seguir bañándonos en pequeños paraísos


Estuvimos también un día en la radio colaborando con un amigo (colega en peruano, amigo se dice "pata"), el cual nos propuso hacer un programilla de una hora para dar a conocer algunos temas que le habíamos enseñado y le habían gustado. Empezamos con Camarón, seguimos con Antonio Flores (el afirmaba que “no puedo enamorarme de ti” iba a ser el hit del verano en Tingo), pasamos por Kiko Veneno, y terminamos con Delincuentes y Brutus Daughters, el grupo de Punk-Folk en el que Rubén tocaba la gaita.

Ah, lo olvidaba, a Tingo le llaman "la ciudad de la bella durmiente" ya que las montañas que lo escoltan insinúan tal forma.


Se puede intuir tumbada hacia arriba con la cabeza en la parte izquierda de la foto.

Nos despedimos de la ciudad para dirigimos a Huánuco, capital del departamento. Esta ciudad fue la primera andina en la que estuvimos. La ciudad como casi todas, plaza de armas, bla, bla, nada especial. Pero como casi siempre el entorno lo suple, y con creces.


Aquí vimos unos desfiles que hacían por reyes, en los que celebraban la liberación de la esclavitud, y los esclavos en América eran negros, estos no tenían alma y los indios sí. Es curioso como una comunidad celebra la libertad de otra que no es la suya. Tomo nota.


Como anecdotilla recurrente que también nos pasó en Huánuco, contar que en Perú muy poca gente fuma y mucha menos tabaco de liar. Pues estando en un parque se nos acercan dos del serenazgo. Nos dicen que si no sabemos que en Perú no está permitido fumar eso, creyendo obviamente que es hierba. Le enseñamos el paquete y les explicamos que es tabaco. Ponen cara de poker durante varios segundos, y para salir del apuro de su confusión, concluyen que es que no se puede fumar sobre el césped. Casi rompemos a llorar en su cara, pero por eso de la autoridad nos aguantamos las risas y miramos hacia abajo. Tuvimos que levantarnos a un banco para poder fumar, te cagas.
Al día siguiente visitamos unas ruinas preincaicas curiosas.


Y aquí viví una de esas sensaciones en las que te da ganas de cortar al guía y decirle: has flipao amigo. Nos mostraba un pretil en forma de circunferencia, en el cual, si te colocabas en el centro notabas una especie de eco interior al hablar.


Todo esto según él era debido a la confluencia de unas fuerzas mágico-magnéticas que afloraban en el lugar. Si él supiera que en el jardín botánico de Ciudad Universitaria de Madrid hay otro igual, construido por un tal Jacinto y Manolo, en ladrillo visto, hace 5 años, y con igual resultado…pero tampoco era cuestión de amargarle la mañana al amable guía. Me puse en el centro, dije las estupideces pertinentes, y uhhhaaaaa, increíble!

En los alrededores, San Pablo tuvo un encuentro con San Pedro.


Y unas inflorescencias me recordaron que todo lo bueno se acaba, y este viaje también se estaba acercando a su fin.


A la noche otro bus nocturno para Lima, desde donde al día siguiente, tras compra nuevamente de tabaco de liar y paseíto, nos metemos en otro bus para Arequipa. Este sería el primer viaje que haríamos solos Rubén y yo, exceptuando el vuelo. Y después de que nos sirvieran la cena, y cuando parece que no sucederán más acontecimientos inesperados, nos anuncian que vamos a echar un bingo todo el autobús. Me parto. Resulta que además Rulo es fanático del bingo. El premio era un viaje de vuelta con fecha anterior a un mes, asi qué no nos servía, pero estabamos deseando ganar para poder gritar a los cuatro vientos: GRINGO!!! 


Haciendo recuento, con esta sería la 7ª noche que dormíamos en un asiento de bus.

En Arequipa encontramos por primera vez zonas de arquitectura interesante. El centro está hecho con piedra volcánica blanca, y tiene callecitas y una plaza muy cucas.


Este es el patio de la Compañia de Jesús.
 
Los tambos son patios interiores que han sido reformados hace no mucho. En la reconstrucción ha participado la AECID-Perú, así que podemos considerar este como mi primer contacto con la organización.


Pudimos comprobar cómo gracias a la segunda conquista, empresas como el BBVA se han hecho con los edificios más importantes de la ciudad.


Y la plaza de armas. Esta es la catedral, la cual está reconstruida tras sufrir importantes daños tras el terremoto de Junio del 2001.


Y desde aquí, y después de un mes de trajín del rico, cada mochuelo a su olivo.

Tensión superficial (Segunda entrega)

Desde Tingo María emprendimos un viaje Rubén, Marta y yo con destino a Ecuador. A Marta le iba a caducar el visado, ya que a su entrada sólo la habían concedido para tres meses, y tenía que salir del país para que le dieran otros tres meses al volver a entrar. Con ese destino final pero varias posibilidades intermedias, decidimos que nuestro primer campamento base serían las playas de Chiclayo.

Y lo serían, pero entre medias nos esperaba el viaje más heavy que he hecho y espero hacer. El primer tramo fue Tingo María-Tarapoto. Subiendo hacia el norte por ceja de selva, en una ranchera, 8 horas, con un conductor amante del rally. De hecho, cuando quedaban 2 horas nos dijo que nos dejaba con otro conductor, que a él, la pista (asfalto) que empezaba entonces, le daba sueño. El tío se notaba que pilotaba, y ese es el término, porque aunque controlara el coche, no siempre lo hacía con las cuatro ruedas. Y hay que detallar que eran caminos de barro, donde estos no cruzan los ríos, sino que son los ríos los que los cruzan, en mitad de la selva, lloviendo, con guaicos (derrumbes) y unas caídas digamos que importantiiiisimas! Ahora me rio, pero se te arrejunta el esfínter anal de una manera asombrosa. 

Está es una vista del sitio donde desayunamos a mitad de trayecto. Yo tomé un platazo de arroz con chancho (cerdo) y un mate. Por si nos quedamos tiraos en mitad de la jungla...


Pero cuando realmente creí perder la posibilidad de defecar sin necesidad de cirugía, fue cuando, alcanzando una disparatada configuración en el coche (una pareja de pinta sospechosa en el maletero con nuestras maletas, los tres gringos en el asiento de atrás, y tres tíos en la parte delantera, uno dormido contra el cristal, otro literalmente contra el conductor, y éste disfrutando con gesto impasible de la conducción), nos cruzamos con un pickup lleno de tipos con armas de las que salen en la tele. Se ha de recordar que la zona, aunque habíamos comprobado durante días que no era tal, es considerada de peligro de terrorismo. Resumiendo los 3 segundos: nos dan el alto, corte de respiración, cierre de esfínteres y poros, los granos de arroz montados en el chanco tratan de abandonar mi estómago, pasaporte a los güevos, perdida de oxigeno en el cerebro, mirada a ver si se bajan, mierda, se bajan, se acercan al conductor…uuufffff, son del ejercito. Echan un vistazo, nos piden documentación, les enseño el carnet de conducir y les explico qué hacemos aquí, otro vistacillo, y concluyen: todo perfecto. ¿Todo perfecto? Sólo le faltó decir, si no tienen lanzacohetes o cadáveres a bordo, pueden continuar ustedes 8 haciendo rally por la selva.

Por suerte, así destacable hasta Tarapoto, sólo nos quedaba cruzar este enorme puente, en el que tuvimos que bajarnos del coche y cruzar luego lo hiciera él, ya que estaba en las ultimísimas. Es todavía un enigma para mí, por qué la inmensa mayoría de los puentes en Perú son naranjas.


Fijaos como tienen que cruzar los vehiculos pesados 


Y esta fue la prueba de choque, pero aún nos esperaba la de resistencia. Con los culos achatados tras 8 horitas de caminos infernales, llegamos al ansiado Tarapoto (según Lonely Planet: lugar polvoriento y lleno de insectos). No pudimos a penas comprobarlo, porque nada más llegar nos enteramos que sólo había billetes para Chiclayo en el bus que salía en una hora y media, y para más INRI, no tardaba las supuestas 10 horas, sino que serían 18!! Imaginar nuestras caras, bueno mejor verlas.


Total, venda a los ojos y lo que sea. Compramos comida y bebida y al bus. A mi favor he de decir que fue una gran oportunidad de demostrarle al mundo mi gran habilidad  para dormir en condiciones inhóspitas, y no la desaproveché. Recién montados en el bus empezó a llover de lo lindo, evidenciando las deficiencias estructurales del vehículo mediante una bonita cascada desde el techo al pasillo. Le estaba empapando la pierna a un pobre hombre, que reaccionaba con la típica cara de: ¿Yo?, ¿a mí?, algo así como la cara que pones cuando te tropiezas en el metro y simulas esa falsa normalidad. Pues yo, con cascada, culo-plancha, y el estrés postraumático, si no dormí 16 de las 18 horas del viaje, Esperanza Aguirre es trigo limpio.


Y al fin, llegamos a Chiclayo. Esta, como la mayoría de ciudades en Perú, es de arquitectura pobre. Pobre en cuanto a medios y paisajísticamente hablando. O sea que visitamos la plaza de armas, el mercado, y poco más. La playa nos llamaba.


Y en mitad del caótico tráfico que se da en las ciudades de considerable tamaño en Perú, compruebas como la moda no tiene ni edad ni bandera. Este joven ha optado por una pamela de la última colección de Ágata Ruiz de la Prada.



Así que sin más demora cogimos una combi (furgonetas de transporte comunitario líder en el Perú) para las playas de Pimentel. El record a día de hoy son 24 personas en estas furgonetillas, telita.


Nos instalamos directamente en un sitio que aparecía en la guía como tranquilo y refugio de mochileros. Y así era, tanto que hasta daba el aspecto de campo de refugiados.


Disfrutamos de 2 días de relajante playita, viendo atardeceres en el Pacifico, leyendo, paseítos…


En la playa de Pimentel vimos por primera vez las famosas barcas de totora.


Un día hicimos un mapa del mundo al revés dibujado en la arena, porque habíamos estado hablando de eso, de por qué el mundo es así y no al revés, y se acercaron unos simpáticos niños a los que estuvimos enseñando geografía. 


También jugamos al ¿Charlie?, ese juego de casillas en el suelo, en el que tiras una piedra a una casilla y debes ir hasta el final del recorrido a la pata coja sin pisar la casilla en la que está tu piedra. Muy divertido.
Una noche, nadie del pueblo quería llevarnos de vuelta a las cabañas (estaba como a un kilometro) porque decían que estaban atracando y les robaban hasta el motocarro, mal rollito. Al final, un apuesto joven tuvo la valentía de enfrentarse al "camino de la playa".
En el hospedaje probamos por primera vez los ricos tamales, pasta de maíz con pollo cocinado envuelto en una hoja. Mas ricos que sus primos los juanes, que son similares pero con arroz en vez de maíz.


Y el viaje continua, seguimos hacia Máncora. La salida del campo de refugiados nos recuerda donde estamos ahora, en el desierto.


Y a los pocos metros nos encontramos con el dueño del hospedaje, quién nos llevó en su pickup hasta la combi para ir a la terminal. ¿Qué tendrá eso de montarte en un remolque que da gustico?


Máncora es un pueblito con la playa más turística de Perú. Nos alojamos en un sitio barato y rápido a mojarnos el culo antes de que anochezca.
Allí conocimos a 3 hippies. Uno era más autentico, y los otros dos sólo discutían si Iquitos era más original que Pucallpa, o al revés. Un poco cansinos los tipos.
Dinámica parecida a la de Pimentel. En uno de esos paseítos nos pita un policía y nos dice que ir más para allá donde deja de haber hoteles es peligroso. Esta puede considerarse la tónica general de este mes de viaje, gente intentando protegernos de todo con bastante frecuencia, como si hubiera malos por todas partes, o los gringos fuéramos todos tolais. No es que seamos imprudentes, o vayamos de valientes por la vida, es que realmente exageran un poco con este tema.
Máncora es la Panamericana con casas a ambos lados y la playa, bastante maja por cierto. Dicen que es el lugar del eterno verano.


Y la Panamericana, en algunos tramos, es como una carretera comarcal española, y de las chavacanas. Aquí estamos sobre ella en la genial noche donde apareció el lema: "Gringo Estar"


Un día le pasamos en la playa de las pozas. Es una playa que está como a 500 metros de la de Máncora, con la diferencia de que tiene kilómetros y kilómetros de una preciosa playa escoltada por casas-mansión. El Miami de Perú. Ese día comimos riquísimos sándwiches crocanti preparados en la playa, todo un clásico.


Paseando por la playa nos cruzamos con un caballero la mar de elegante. Ahí va! Si soy yo!

Pasamos Noche Buena, la primera lejos de casa, en un restaurante en el que ese día no había ido el cocinero y se la estaban jugando los camareros y supongo que un pinche. Nos avisaron de que debido a esta excepcionalidad nos tocaría esperar más y nos regalaron unas cervezas a cambio. Al final resultó que el pinche aprende muy rápido, cenamos como señores.


La salida de Máncora...