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Tensión superficial (Segunda entrega)

Desde Tingo María emprendimos un viaje Rubén, Marta y yo con destino a Ecuador. A Marta le iba a caducar el visado, ya que a su entrada sólo la habían concedido para tres meses, y tenía que salir del país para que le dieran otros tres meses al volver a entrar. Con ese destino final pero varias posibilidades intermedias, decidimos que nuestro primer campamento base serían las playas de Chiclayo.

Y lo serían, pero entre medias nos esperaba el viaje más heavy que he hecho y espero hacer. El primer tramo fue Tingo María-Tarapoto. Subiendo hacia el norte por ceja de selva, en una ranchera, 8 horas, con un conductor amante del rally. De hecho, cuando quedaban 2 horas nos dijo que nos dejaba con otro conductor, que a él, la pista (asfalto) que empezaba entonces, le daba sueño. El tío se notaba que pilotaba, y ese es el término, porque aunque controlara el coche, no siempre lo hacía con las cuatro ruedas. Y hay que detallar que eran caminos de barro, donde estos no cruzan los ríos, sino que son los ríos los que los cruzan, en mitad de la selva, lloviendo, con guaicos (derrumbes) y unas caídas digamos que importantiiiisimas! Ahora me rio, pero se te arrejunta el esfínter anal de una manera asombrosa. 

Está es una vista del sitio donde desayunamos a mitad de trayecto. Yo tomé un platazo de arroz con chancho (cerdo) y un mate. Por si nos quedamos tiraos en mitad de la jungla...


Pero cuando realmente creí perder la posibilidad de defecar sin necesidad de cirugía, fue cuando, alcanzando una disparatada configuración en el coche (una pareja de pinta sospechosa en el maletero con nuestras maletas, los tres gringos en el asiento de atrás, y tres tíos en la parte delantera, uno dormido contra el cristal, otro literalmente contra el conductor, y éste disfrutando con gesto impasible de la conducción), nos cruzamos con un pickup lleno de tipos con armas de las que salen en la tele. Se ha de recordar que la zona, aunque habíamos comprobado durante días que no era tal, es considerada de peligro de terrorismo. Resumiendo los 3 segundos: nos dan el alto, corte de respiración, cierre de esfínteres y poros, los granos de arroz montados en el chanco tratan de abandonar mi estómago, pasaporte a los güevos, perdida de oxigeno en el cerebro, mirada a ver si se bajan, mierda, se bajan, se acercan al conductor…uuufffff, son del ejercito. Echan un vistazo, nos piden documentación, les enseño el carnet de conducir y les explico qué hacemos aquí, otro vistacillo, y concluyen: todo perfecto. ¿Todo perfecto? Sólo le faltó decir, si no tienen lanzacohetes o cadáveres a bordo, pueden continuar ustedes 8 haciendo rally por la selva.

Por suerte, así destacable hasta Tarapoto, sólo nos quedaba cruzar este enorme puente, en el que tuvimos que bajarnos del coche y cruzar luego lo hiciera él, ya que estaba en las ultimísimas. Es todavía un enigma para mí, por qué la inmensa mayoría de los puentes en Perú son naranjas.


Fijaos como tienen que cruzar los vehiculos pesados 


Y esta fue la prueba de choque, pero aún nos esperaba la de resistencia. Con los culos achatados tras 8 horitas de caminos infernales, llegamos al ansiado Tarapoto (según Lonely Planet: lugar polvoriento y lleno de insectos). No pudimos a penas comprobarlo, porque nada más llegar nos enteramos que sólo había billetes para Chiclayo en el bus que salía en una hora y media, y para más INRI, no tardaba las supuestas 10 horas, sino que serían 18!! Imaginar nuestras caras, bueno mejor verlas.


Total, venda a los ojos y lo que sea. Compramos comida y bebida y al bus. A mi favor he de decir que fue una gran oportunidad de demostrarle al mundo mi gran habilidad  para dormir en condiciones inhóspitas, y no la desaproveché. Recién montados en el bus empezó a llover de lo lindo, evidenciando las deficiencias estructurales del vehículo mediante una bonita cascada desde el techo al pasillo. Le estaba empapando la pierna a un pobre hombre, que reaccionaba con la típica cara de: ¿Yo?, ¿a mí?, algo así como la cara que pones cuando te tropiezas en el metro y simulas esa falsa normalidad. Pues yo, con cascada, culo-plancha, y el estrés postraumático, si no dormí 16 de las 18 horas del viaje, Esperanza Aguirre es trigo limpio.


Y al fin, llegamos a Chiclayo. Esta, como la mayoría de ciudades en Perú, es de arquitectura pobre. Pobre en cuanto a medios y paisajísticamente hablando. O sea que visitamos la plaza de armas, el mercado, y poco más. La playa nos llamaba.


Y en mitad del caótico tráfico que se da en las ciudades de considerable tamaño en Perú, compruebas como la moda no tiene ni edad ni bandera. Este joven ha optado por una pamela de la última colección de Ágata Ruiz de la Prada.



Así que sin más demora cogimos una combi (furgonetas de transporte comunitario líder en el Perú) para las playas de Pimentel. El record a día de hoy son 24 personas en estas furgonetillas, telita.


Nos instalamos directamente en un sitio que aparecía en la guía como tranquilo y refugio de mochileros. Y así era, tanto que hasta daba el aspecto de campo de refugiados.


Disfrutamos de 2 días de relajante playita, viendo atardeceres en el Pacifico, leyendo, paseítos…


En la playa de Pimentel vimos por primera vez las famosas barcas de totora.


Un día hicimos un mapa del mundo al revés dibujado en la arena, porque habíamos estado hablando de eso, de por qué el mundo es así y no al revés, y se acercaron unos simpáticos niños a los que estuvimos enseñando geografía. 


También jugamos al ¿Charlie?, ese juego de casillas en el suelo, en el que tiras una piedra a una casilla y debes ir hasta el final del recorrido a la pata coja sin pisar la casilla en la que está tu piedra. Muy divertido.
Una noche, nadie del pueblo quería llevarnos de vuelta a las cabañas (estaba como a un kilometro) porque decían que estaban atracando y les robaban hasta el motocarro, mal rollito. Al final, un apuesto joven tuvo la valentía de enfrentarse al "camino de la playa".
En el hospedaje probamos por primera vez los ricos tamales, pasta de maíz con pollo cocinado envuelto en una hoja. Mas ricos que sus primos los juanes, que son similares pero con arroz en vez de maíz.


Y el viaje continua, seguimos hacia Máncora. La salida del campo de refugiados nos recuerda donde estamos ahora, en el desierto.


Y a los pocos metros nos encontramos con el dueño del hospedaje, quién nos llevó en su pickup hasta la combi para ir a la terminal. ¿Qué tendrá eso de montarte en un remolque que da gustico?


Máncora es un pueblito con la playa más turística de Perú. Nos alojamos en un sitio barato y rápido a mojarnos el culo antes de que anochezca.
Allí conocimos a 3 hippies. Uno era más autentico, y los otros dos sólo discutían si Iquitos era más original que Pucallpa, o al revés. Un poco cansinos los tipos.
Dinámica parecida a la de Pimentel. En uno de esos paseítos nos pita un policía y nos dice que ir más para allá donde deja de haber hoteles es peligroso. Esta puede considerarse la tónica general de este mes de viaje, gente intentando protegernos de todo con bastante frecuencia, como si hubiera malos por todas partes, o los gringos fuéramos todos tolais. No es que seamos imprudentes, o vayamos de valientes por la vida, es que realmente exageran un poco con este tema.
Máncora es la Panamericana con casas a ambos lados y la playa, bastante maja por cierto. Dicen que es el lugar del eterno verano.


Y la Panamericana, en algunos tramos, es como una carretera comarcal española, y de las chavacanas. Aquí estamos sobre ella en la genial noche donde apareció el lema: "Gringo Estar"


Un día le pasamos en la playa de las pozas. Es una playa que está como a 500 metros de la de Máncora, con la diferencia de que tiene kilómetros y kilómetros de una preciosa playa escoltada por casas-mansión. El Miami de Perú. Ese día comimos riquísimos sándwiches crocanti preparados en la playa, todo un clásico.


Paseando por la playa nos cruzamos con un caballero la mar de elegante. Ahí va! Si soy yo!

Pasamos Noche Buena, la primera lejos de casa, en un restaurante en el que ese día no había ido el cocinero y se la estaban jugando los camareros y supongo que un pinche. Nos avisaron de que debido a esta excepcionalidad nos tocaría esperar más y nos regalaron unas cervezas a cambio. Al final resultó que el pinche aprende muy rápido, cenamos como señores.


La salida de Máncora...

4 comentarios:

  1. No se como lo haces pero leer tu blog me da un hambre que te crujes. Para proximos post, por lo menos dignate a empezar, levantaos ahora y preparaos un bocadillo, que ahora os van a rujir las tripas cuando leais lo que viene.

    Ah, y la proxima vez que te montes en un coche de rally hazte un video majo.

    Por cierto, que chulo te ha quedado el blog ;)

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  2. M A R A V I L L O S O, así es cómo describo el el tiempo que empleo leyendo tus grandes historietas. Los momentos "esfinter" del texto son tan gráficos que desarrollo la imagen en mi cabeza a la perfección: mira que te gusta hablar del esfínter amigo!! Me encanta sentir tu plenitud aun estando tan lejos el uno del otro. Que siga la fiesta!!

    Lidia

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  3. ¡qué aventuras! Espero que cuando vayan tus padres por allí, el tema sea más relajadito. No veo a mi hermano en un control militar... Lo del pacífico tiene que ser una flipada de la leche y lo de que duermes 16 horas, a los que te conocemos no nos sorprende en absoluto. Tomás te manda saludos y dice que también te saluda Violeta (nuestra gata) Sigue disfrutando y cuídate mucho. Mil bss

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  4. jajajjaja, supongo q lo del rally sera verdad xo hay q reconocer q siempre has sido un poco cagao en los coxes pablete... jejeje, lo weno de leer tus hitorias es q me imagino totalmente cada escena q dices asiq es la caña disfrutar de tus aventuras!!! sigue asi q como hemos hablao todo esto seran historias xulisimas para tus hijos en un futuro asiq gozalas al maximo!!!! 1 abrazo fuerte rubiales!!!
    Bayo

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